viernes

Prosa en Verso XXI (Caricias que recuerdo de ayer)



Y así, esas brumosas caricias,
así recuerdo que fue,
se hicieron largos rizos de humo azur,
se transformaron en tierra, en sultán,
se volvieron jugoso aire de néctar fuerte,
se convirtieron en vorágine de agua, en satán,
como huyendo de sus manos,
así como queriendo escapar.
Así el ayer lo recuerdo,
así os digo, así fue.

Y así, tan tenue como es ella,
así recuerdo que fue,
con ese lábil caminar de plumosas manos
sobre la redonda y boscosa tez
se asomaron tímidos los dedos
al lugar donde puede nacer
un ósculo o un suspiro sin vida,
allí donde puede crecer
un duende cían o un orate.
Así os digo, así fue.

Y así, timidez de cachorro perdido,
así recuerdo que fue,
paseó en la angular frontera,
provocole queriendo, aún sin querer,
y el le miraba con ojos ansiosos,
antojose de sus labios morder,
y ella sutil se escondía
queriendo verle sin ver.
Así, tan tenue como es ella,
así os digo, así fue.

Y así, prodigando cuidados,
así recuerdo que fue,
preocupada en su interior por su cuerpo,
el cuerpo suyo, el de él
febril, enfermizo, cansado,
con su mirada tierna ella le ve.
Él, su cuerpo maltratado, pesado,
difícil de manejar con el viejo interés;
ella por el se preocupa,
así os digo, así fue.

Y así, con perlada sonrisa,
así recuerdo que fue,
la musa desde arriba piadosa le mira,
la cabeza apoyada en sus piernas le ve,
y ella con cobrizos cabellos le hace cosquillas,
el sus ojos cierra para poder oler,
violeta que se evapora en su cuerpo
y se difunde en todo su ser.
Así, hermosa como es ella,
así os digo, así fue.

Y así, sin empezar, termina una historia,
así recuerdo que fue,
el añorar caricias perdidas,
el lamentarse por falta de tacto tener.
Por no querer perjudicarle
abstuvose el de encender
su gules en sables pasiones,
su cuerpo al rojo vivo poner
y así lograr un instante besarle,
así os juro, así fue.


Imagen tomada de: http://benimacletdigital.blogia.com/2010/121301--mi-pareja-y-yo-nos-casamos-las-dos-con-falda-para-que-mi-suegra-visualizara-que.php

miércoles

Prosa en Verso XX (Juego de letras, de romanos)

Quiero jugar un juego
de esos que pocos juegan,
un juego corto y efímero
de esos en los que temes salir herido.

Quiero que juegues conmigo
y que nos abandonemos al rumbo del mismo;
Jugarlo sin reglas,
sin nombres,
sin testigos,
que no haya un mañana pensado,
que no haya ni ayer ni cuando,
que no haya minutos saltando,
que no tenga un reloj martillando.

Sin fechas, sin calendarios,
sin lunas colgando de percheros,
sin estrellas bajadas del techo,
sin nubes formando orgánicas pasiones,
sin soles iluminando espectrales visiones.

Quiero jugar un juego
en el que hagamos y no hagamos,
un juego que desinhiba los antojos
y que no comprometa redobles en tambores.

Jugar contigo a disfrutar nuestros vicios,
jugar juntos a mezclar los fetiches,
jugar a dejar mi huella en ti
tibia, húmeda y reciente
como huella de caracol.
Jugar los dos a sudar gotas de café amargo,
jugar al cíclope y al centauro,
jugar a las palabras, a los pecados,
jugar en lugares de letras, de romanos.

Quiero jugar contigo
pero que tu también juegues conmigo
sin temer al riesgo,
sin eufemismos ni cinismos;
un juego de catarsis,
de sabiduría antigua,
de hijos de Galeno
discípulos de Panacea y de Hygieía,
de herederos de pensadores, de griegos.

Quiero un juego de los sentidos,
quiero un juego de sabores
de néctares escondidos.
Un juego de sombras,
de colores perdidos,
un juego de duendes prisioneros en celdas perladas
un juego de aromas, de cedros,
de almenas doradas,
un juego cómplice,
un juego vivo.

Un juego en el que olvidemos las convenciones
un juego tuyo y mío
un juego secreto,
uno prohibido.

Un juego especial,
uno sin tradiciones,
sin traiciones.
Un juego en el que disfrutemos la pulpa
y podamos prescindir de lo externo,
un juego en el que aprovechemos lo relevante
y en el que podamos desechar el resto

Y ahora me pregunto:
¿Tu quieres también jugar?


Imagen tomada a la entrada del Colegio Inem 'Luis Lopez de Mesa' de Villavicencio (del cual me gradué en el 2003)

domingo

Prosa en verso XIX (Remembranza)

Lineas crudas,
duras,
palabras sueltas,
arrumadas,
cosas dichas con hervor.
Alegrías deshechas,
cuerpos vibrantes,
corazones sin emoción,
huellas de pasados perdidos,
sal sin sabor,
ira sin motivo,
vasos vacíos,
canciones olvidadas.

Sentimientos arrugados,
desechados,
espacios desocupados adentro
en el cuerpo
en sitios indescriptibles.
Soledad inconclusa,
pasiones sin comenzar,
relatos por terminar,
hojas muertas
amarillas y ocres,
rastros de un ayer otoñal,
de un Ent olvidado
en las brumas de lo efímero.

Niña extraviada
a ser ángel obligada.
Un alma destruida,
dos corazones separados.

Ilusiones utilizadas,
cúmulos de desazones,
intentos fallidos,
musas ilusionadas,
hadas decapitadas.
Esfuerzos en vano,
espadas enterradas.
Huesos amarillos,
cigarros partidos,
prostitución de las razones,
besos escindidos,
caras retorcidas,
pesadillas frenéticas,
mañanas revelados.

Futuros ocultos por niebla.

Libros leídos
ceniza fértil.
Horizonte,
amanecer,
perdón,
olvido.

Amigos lunáticos,
tardes amargas y felices,
gritos exorcistas
y afinadores de sonrisas.
Noches heladas,
rosas sin vida,
historias de savia.
Noches sin luna,
bailes suntuosos,
generaciones fundidas,
oscuridad liberadora
a la plenitud de los sentidos.

Analepsis
rasgando todo lo anterior;
Anacronista
intentando mezclar el ayer y el hoy.

Incongruencia sensorial
confusión metódica,
intencionalidad justificada.

Envidias juguetonas.
Escritores primarios
buscando escapes desesperados.
Destinos fusionados,
heterogeneidad homogénea.
Prolepsis
de relaciones desencantadas.
Pasiones cedidas,
fábulas compartidas,
paraísos escritos,
diosas terrenales
elixires modificados
venenos inertes.

Yo
y tu
y ella
y ellas
y las otras
y las circundantes
y las olvidadas
y las superadas
y las desgraciadas
y las desentendidas
y las entendidas
y las amigas
y las no tan amigas
y las demás que no contaron
y las que vendrán y no contarán
y las que si lo harán.

La mezcla amorfa,
la raza y su costra,
las intangibilidades,
las melancólicas imágenes
y las alegres también, porqué no.

Las tablas,
los maderos,
el carpintero y su obra,
el nieto y su fascinación.
Alzheimer destructivo,
olvidos dolorosos,
gatos y ratones desvanecidos
y lágrimas saltando de la cayena.

Una vida bien vivida
una corta
una escrita
algo desordenada.
una plasmada
una remembrada.



miércoles

Prosa en Verso XVIII (Ira de Bus)





2:30pm
Y en la radio del bus suena:
"Eres una enferma,
una adicta al sexo
[...] solo quieres de'so [...] tratra tra"
¿En serio puede alguien escucharlo
o leerlo con agrado?
La tristeza vestida con repudio
me saluda.

Frases que le son arrancadas al idioma
de una manera tan sucia,
tan burda.
¿En que obsceno instante
dos cuerpos estrechándose,
extractándose sentimientos,
expulsando desahogos,
extirpándose odios con violencia poética,
evaporándose en una frágil danza
y alcanzando una paz de peces de colores
de plantas, de olores;
se convirtieron en mugre,
en salvajismo,
en espectáculo pueril,
vomitivo,
escatológico,
polvoriento,
desapegado,
inerte,
y vil?

Y el ritmo,
ritmo triste que intenta ser alegre,
ritmo vacío,
plano,
¡Pendejo!
sin pasado
y seguro que sin futuro,
un ritmo de almas ya quemadas,
desechadas por sus cascarones…

Y pensando cosas inútiles, como siempre,
me he perdido de la ciudad,
ciudad sin oídos,
ciudad sin tacto,
de olores mezclados,
ciudad tan ciega como sorda…
¡Pero tan llena de historias!

Ja, cambio de género musical.
Suena algo conocido,
‘tarareable’, alegre:
“¿Cómo te hago entender
que a nadie extraño más
que nada me hace falta
más que tu presencia?”


Un muchacho sube al bus
Adhiere una carita feliz a la correa de mi mochila
Pide una moneda a cambio
¡Me persiguen las caritas felices!
¡Que hermosa ciudad esta,
tan densa,
tan llena de fábulas!

Y me alisto para bajar,
yo ya voy llegando…


-Imagen tomada de http://www.arubatangotours.com/info_destino.php?id_destino=17

Prosa en Verso XVII (Alienado)



Lugares ligeros, líquidos lunares.
Olivas, ojivas, cabezas nucleares.
Diatribas, discusiones,
dinosaurios en sus diccionarios.
Romeros risueños rascándose la panza,
irlandeses irónicos o iracundos,
Ícaros de cartones, plumajes de latón,
acordes sutiles de sueños ingleses,
esperanzas verdes que evocan pavos reales,
ninfas frías que buscan cariños perdidos,
narices rotas por caricias letales,

Alas metálicas en busca de pasión,
armaduras sin peones, moras sin sabor.

Moralejas inconclusas,
Huérfanos irreverentes,
japoneses alienados,
Antejardines  numerados,
dudas recogidas,
escapes azules.

Cosas de colores que habitan mi cabeza,
algunas color negro, otras son violetas.
Relámpagos que distraen mi conciencia,
incoherencias desatadas que buscan hilvanarse,
nombres parafraseados intentando aclararse,
sueños destruidos, amores revelados,
barcos de papel en un parque naufragados,
ángeles en el cielo que miran vigilantes
o a veces otros tormentos de formas similares.



-Imagen tomada de: http://argivo.lacoctelera.net/post/2011/05/27/barquitos-papel

martes

Prosa en Verso XVI (Escrito 'Des-inspirado')


Hoy quería escribir algo
pero no quería escribir nada a nada
ni a nadie.
No tenía nada que desahogar,
no tenía nada que gritar,
nada que arrastrar por los suelos,
nada para tirar al aire y verle destrozarse contra el asfalto,
nada para arrasar con palabras sulfurosas
o acuchillar con comentarios filosos como cucharillas de café.

No tenía sueños vinílicos
no tenía frugales pensamientos corroyendo mi cabeza,
no se venían a mi mente palabras prostituidas por autores infames y anónimos,
no surgía nada ni por asomo útil;
ni el enojo, la ira,
la felicidad, la alegría,
la tristeza o el desazón,
ni una estrella falsa reflejada en un vaso de agua sucia,
ni una luna llena de tanto comer ilusiones,
ni un sol apagado a baldados de agua helada
con cubitos en forma de caritas felices
ni alguna razonable idea como las mencionadas
quiso venir en mi rescate para servir como punto de partida departida...

No hubo musas,
no hubo blusas,
escotes,
canciones,
locos insultando transeúntes viciosos,
amigos de comentarios tan ponzoñosos como graciosos,
tetas de hembras canguros que zangolotean peluches osos,
lugares escondidos en rincones oscuros y enraizados en ocasos futuros.

No hubo cenas
ni un 'fumarse un tinto',
no hubo amigas de corazones cauterizados con gotitas de cianuro
ni hojas secas esparcidas sobre adoquines bailarines,
no hubo teatros vacíos,
ensayos fallidos,
fríos calando hasta los huesos
ni lloviznita de agujas que con delicadeza hielan.
No hubo pingüinos en patines rosados
ni perros hipnotizados por gatos con zapatos...

Nada,
nada,
nada quiso servirme hoy para escribir,
por eso hoy no escribí,
hoy solo pasé mis manos a golpetazos por un teclado
y esto fue lo que salió.



lunes

Prosa en Verso XV (Olvídame antes)



Olvídame ahora que tienes tiempo, lugares, personas.
Olvídame pronto que tengo planes, motivos, razones.
Olvídame hoy que estas ocupada, tensa, cansada.
Olvídame porque yo soy atadura, llaga, tierra.
Olvídame porque yo no quiero olvidarte, migrar, dejarte.
Olvídame y pierdeme y que no pueda buscarte, encontrarte.
Olvídame ya para nunca torturarnos, quemarnos, ahogarnos.
Olvídame y nunca sabrás que fue querernos, odiarnos, amarnos.

Pero olvídame ahora,
olvídame antes de siquiera empezar,
olvídame antes de volverme a mirar,
olvídame antes de respirarnos, de sentirnos, de abrazarnos,
olvídame antes de conjurar la palabra misma,
olvídame antes de coleccionar versos, momentos, paisajes, 
olvídame primero que yo veré si quiero olvidarte,
olvídame y no pienses en lo que se diluye en el aire,
olvídame y olvida también la música que te evoca el olor de mi alma
olvídame antes de juntar por primera vez nuestros labios,
olvídame ya y solo tendrás una cosa de que arrepentirte...
De no comenzar.

domingo

11:20 pm.



11:20 pm.
Luego de mirar la hora en su teléfono móvil baja del bus en el paradero más cercano, tiene que caminar unos quince minutos en sentido sur hasta su apartamento que queda en el segundo piso de una casa de tres niveles, diez minutos si anda a paso rápido. Vive en un sector del norte de una ciudad sin nombre, parece un barrio que hubiese sido sacado de los suburbios y llevado por los aires a un punto rodeado por los barrios donde viven los adinerados. El camino lo conoce bastante bien, ha recorrido varias rutas alternas que ha ido abandonando pues ha sufrido malas experiencias con la, para él, ralea de delincuentes comunes. Va vestido de vaqueros prestados que le aprietan un poco las piernas pero que le quedan sueltos a la altura de las caderas, camiseta marrón cubierta por un saco con capucha de algodón azul oscuro y unos tenis que no alcanza a llenar con sus pies. Lleva en su mano izquierda 'El sendero de los nidos de araña' y en la otra un cigarro mentolado encendido con el que se engaña diciendo que hace menos daño que los demás cuando por dentro reconoce que es todo lo contrario.
Camina con paso apresurado esperando no verse nervioso, cruza la primer calle por la esquina, un restaurante de mala muerte, un pequeño parqueadero, el supermercado cerrado y de nuevo una esquina. Cruzando la calle se ve obligado a pasar por un corto y estrecho corredor entre las escaleras de un puente peatonal y la pared de un local cerrado contra la que hay recostado un hombre robusto de chaqueta amarilla que juguetea con un objeto metálico que parece ser un llavero en su mano. Piensa improperios en contra de los urbanistas que permiten que se construyan ciertos lugares tan cerrados en la ciudad pero espera que su caminar decidido y su cigarro desvíen la mirada del bolsillo izquierdo de los vaqueros en el cual lleva el teléfono móvil. Algo más le preocupa, hoy ha cobrado una pequeña pensión, el dinero a duras penas le alcanza para sobrevivir a ras hasta el siguiente mes. Lleva el dinero enrollado lo más apretado que pudo y metido en un angosto bolsillo que hay dentro de otro de mayor tamaño. El asadero aún tiene pollos dando vueltas en el asador que deja descolgar a cada tanto, y de manera que a él se le antoja un poco macabra, las alas de los plumíferos descabezados y desnudos. Finalizando la cuadra hay un encorvado hombre viejo que orina de manera impúdica en el portón de una joyería cerrada.
Siguiente calle. El semáforo cambia justo en el momento en que va a mitad de la calzada, un auto blanco, uno verde, dos taxis amarillos y un gran bus rojo y blanco (que ya es gris), se abalanzan rugiendo hacia el; tiene que dar un par de saltos apurados para alcanzar la acera antes de que alguno se lo trague por debajo de las ruedas.
En la esquina, la señora que vende arepas y papas con chorizos fríos que le generan desconfianza le ofrece lo que vende, mas el pasa sin poner atención. Desearía tener unos audífonos para ir escuchando música y no prestar atención a esos detalles del camino que tanto le desagradan. No es elitista, solo le intimida un poco el siniestro cuadro que forma el conjunto de personas que decoran su ruta. Junto a la vendedora ambulante están las dos entradas fundidas con la pared de las que emana luz de neón, la una azul y la otra magenta (aunque su mente le diga que ese color es rojo) y, a manera de puerta, una cortina de palitos que cuelgan del dintel ayudados por una cuerda de cáñamo.
Dos buses de servicio urbano están estacionados frente a las luces de neón, los conductores y sus ayudantes toman tinto y fuman mientras conversan; él siempre se ha preguntado por ese lugar del que se asoman tristes prostitutas feas, gordas, secas, que le miran con lascivia al pasar. No entiende porqué un lugar así tiene tantos visitantes que deciden esperar afuera en la fría noche a entrar en el antro, pero que aún así siempre están de pie, ahí, afuera.
La cuadra mas larga es la que sigue, tan larga como seis manzanas juntas, empieza con una cerca de alambre de púas que encierra unos matorrales y a la vez le hacen sentir encarcelado, cerca que se extiende mas o menos lo largo que sumarían tres cuadras juntas; la otra mitad esta bordeada por una larga pared de dos metros de alto que forma parte del perímetro de un motel del cual ha visto salir vehículos con placas oficiales (le divierte jugar a adivinar que político importante va ahí y con quien), esta vez todo el lugar se ve sólo. Ya va terminando el recorrido, solo un par de desvíos, los únicos del camino y llegará a salvo a buscar sosiego en su cama, en la noche que acompaña con insomnes conversaciones entre su cerebro y él antes de irse a acostar... -Hm, acostarse-, piensa, los placeres de una buena noche abrazado a sus almohadas soñando mil cosas, soñando algo, soñando (si tuviera) a alguien .
La esquina. Antes de doblar un hombre le toma por sorpresa:
-Joven, 'nas noches.
- 'Tonces - Atina a contestar tímido y a destiempo. Estas cosas no ocurren jamás.
Sin más pasa invicto.
Dobla. La calle se presenta desierta. Poco más de cien metros hasta el último desvío y de ahí otros cincuenta y habrá llegado. Aprieta el paso, una mujer vestida de blanco y de caminar hombruno pasa por la acera que hay en frente.
Dobla de nuevo, ya siente el vaso de gaseosa que tomará al llegar, rasgando su garganta, aniquilando su sed; solo unos pasos más y su paranoico caminar habrá terminado por hoy, solo queda superar la casa que sobresale de las demás dejando un pequeño rincón. Se atreve a mirar la hora en su teléfono móvil, 11:30 pm.
Dos, tres, cuatro pasos... Frío. Acero. Dolor. Un ardor recorre la parte izquierda de su espalda y algo caliente discurre tiñendo de lento carmesí la longitud de su dorso, oxidando su piel, oxidando su camiseta, oxidando el concreto que con una pálida mueca se acelera hacia su rostro, el tiempo se contorsiona...

7:30 a.m. ¡Otra vez tarde!, maldice el reloj despertador que no despierta, clase en la universidad en treinta minutos y el sólo recorrido toma casi una hora con el tráfico normal, eso si algún imbécil no se estrelló, nace y muere un odio tan instantáneo como infundado. Ducha rápida, cama sin hacer, sin desayuno, ya es muy tarde. Camina unos ciento cincuenta metros mal contados hasta la avenida, espera el bus y mira hacia el norte; imagen tras imagen se revive en su cabeza el sueño de anoche y una gota de sudor helado hiere lentamente su espalda, vertebra a vertebra. Esta noche, sobre las 11:20 p.m. recorrerá exactamente los mismos pasos.


-Imagen tomada de http://photos.delomio.com/index.php?showimage=18

sábado

Prosa en Verso XIV (Proceso de Escribirte, Proceso de Quererte)


Te extraño
y pienso en escribirte algo.
Me detengo,
valoro si hay pros y contras.
No encuentro
y me decido a hacerlo de inmediato.
Me siento,
tomo un papel vacío.
Comienzo
y jugueteo con el lápiz en mis dedos.
Cabeceo,
mordisqueo la punta, es mi vicio.
Recuerdo,
y tu rostro se hace nítido entre viejos fantasmas.
Me inspiro,
intento organizar mis pensamientos
Lo intento
y las palabras se agolpan en remolinos de viento.
Anhelo,
deseo respirar tu aliento.
Suspiro
y el aire se vuelve un dulce aroma a fresas.
Cierro los ojos,
quisiera tenerte en frente.
Me veo
y descubro que no te tengo
Escribo
tímidas letras se escapan al papel deslizándose.
Leo
y espero que percibas lo que siento.
Sueño,
quisiera que naciera en ti un te quiero.
Pienso
y concluyo que eres lo que deseo.

Te extraño, me detengo, no encuentro y me siento.
Comienzo, cabeceo, recuerdo y me inspiro.
Lo intento, anhelo, suspiro y los ojos cierro.
Me veo, escribo, leo, sueño y pienso...

Y descubro que quererte es un proceso
que no tiene fáciles métodos,
y que tengo un millar de posibilidades
de demostrarte que te quiero.


Prosa en Verso XIII (Fugaz)


¡Ay, mujer de cadenciosas caderas!
tu espíritu danzante me coarta,
no me deja liberarme pues me frena
al impedirme diluir la distancia que de ti me separa.

Fugaces recuerdos me acompañan
de una escasa noche en lontananza,
tu ombligo candente que en silenciosos círculos baila,
tus frágiles caderas moviéndose agitadas
y tu torso cuasi desnudo que sin compasión se me aparta.

Quisiera destajar el espacio,
quebrar las visiones de una confusa noche,
rasgar diez mil palabras
y encontrarte al lado en mis mañanas.

Mas no eres nada en mi vida,
solo un recuerdo de un ayer pasajero
allí quedará tu figura de Diosa
con tu talle perfecto y tus curvas melódicas

viernes

Prosa en Verso XII (Génesis de palabras)

¿Por qué te niegas a responder?
¿Por qué te empeñas en callarte tus dudas?
Si es por falta de palabras, no es menester buscarlas,
ya aparecerán saltando detrás de tus pupilas,
o te encontrarán en tus bosques cuando logres mirarlas.

No las presiones, no las obligues
mas no las cohíbas tampoco,
déjalas que salgan y te inunden,
permíteles que corran y sean libres,
que salten como los locos...

Ya verás que como llovizna nacen
y como aguacero pronto te empapan.
Y sentirás que te liberan de a pocos
como si de un gran peso escaparas,
como si tus pensamientos en coros se organizaran.

Y las palabras coquetas se asomarán en tus ojos
y correteando en puntitas como tímidas niñas
irán a esconderse en pecas de tus rosadas mejillas.
Jugaran a tentarse a caer de tus labios
mientras te cosquillearán la lengua sigilosas y esquivas.

Más temprano que tarde de tu boca escaparán
y descubrirás que no era necesario pensarlas,
que cuando no buscas y quieres que nazcan
puedes esperar y ellas aparecerán
y te soltarán de todas tus cargas...

martes

Un día ¿atípico?

    Hoy se pintaba en los visos de sol que entraban por mi ventana al despertarme un día bastante agradable. Me levante de buen humor, cambié la ropa de cama, me dí un buen baño y me puse ropa que pensé se me veía bien mientras con una inusual vanidad me veía en el espejo; desayune un café capuccino con un trozo de pan mientras revisaba un par de cosas en mi mini-laptop, salí a la sala de estar (no se a que) y vi los peces del acuario e inventé por un momento absurdos pensamientos pecesiles que podrían pasar por sus diminutos cerebros, saludé a mi sobrino que recién despertaba por el repique de una llamada entrante al teléfono de la casa que supuse era para él (y supuse bien); me perfumé y vi por la ventana que hacía unos instantes había descubierto de atrás de las cortinas, un cielo de un intenso azul que me sugería aplicarme un poco de bloqueador solar para evitar las quemaduras en la piel lo cual hice antes de que por último decidiera ponerme el sombrero que dejé caer como cereza en postre sobre mi cabeza mientras el pensamiento me hacía soltar una última sonrisa en el interior del apartamento.
    Tomé un bus grande y destartalado que de manera intermitente (porque estaba cabeceando de sueño mientras hacía un fallido intento por leer un libro de Italo Calvino) me llevo a la puerta de la entrada a la Universidad Nacional que queda por la carrera 30; camine por la alameda encerrada en arboles por mi innombrables que siempre me incitan a aspirar profundo una gran bocanada de oxigeno del campus y llegué a la facultad donde luego de saludar algunos amigos entré a la reunión de estudiantes de mi semestre que empezó a las  10:30 am y tardó mas de lo esperado pero de la cuál salí con la sensación de haber aportado comentarios útiles. A la salida me esperaba chiqui quien con su particular efusividad me saludó y me contó, y yo también le conté, los pormenores del fin de semana mientras caminabamos hacia la cafetería donde siempre nos fumamos un tinto. A la media hora nos despedimos, el tenía cosas por hacer pero aún así quedamos de vernos en la tarde (más tarde pues ya era el medio día).

-Esto pinta demasiado descriptivo, yo se, pero lo considero necesario para entender lo que sentí al final del día.-

    No hice fila para reclamar el almuerzo, me encontré con dos amigas que casualmente me guardaban un lugar un poco mas adelante del final, saludé con una sonrisa a las señoras que sirven los platos y bromeé un poco sobre lo que me gustaría que me sirvieran, luego de robarles una sonrisa (que aumentó la sonrisa que desde la mañana llevaba dentro de mi) me senté con mis amigas y entre comentarios curiosos y risas que revoloteaban sobre la mesa saltando de boca en boca terminamos de comer. Y mi amiga Kathe brillo por su ausencia no solo en ese momento, también por el resto del día (yo se, comentario suelto).
De nuevo me dirigí hacia la facultad de medicina donde me senté en los cómodos 'desfalcos azules' (así me gusta llamar a los sillones en los que uno suele invocar con cabezazos a Morfeo) a intentar leer el libro que había dejado pendiente desde el bus cuando llegó otra grata compañía a hacerme la charla. No duré mucho junto a ella pues debía hacer un par de cosas, subí las escaleras hacia cualquier piso de la facultad y tuve un casual encuentro con alguien con quien sufrimos un disgusto mutuo al vernos; no terminé haciendo nada de servir y al bajar las escaleras me encontré con un compañero de un semestre más alto; lo deje pronto pues la segunda cosa por hacer era encontrarme con alguien.
    Salí de la facultad, me dirigí hacia la biblioteca y allí, en la esquina, me esperaba sentada en la escalinata la niña con la que por alguna extraña razón de alineación cósmica hemos congeniado tantísimo en tan pocos días que pueden contarse exactamente con los dedos de una mano.
    Fuimos a un bonito lugar rodeado de arboles y piedras grandes y, entre conversaciones extrañas, chocolates baratos, música reproducida por el altavoz de un teléfono móvil y ladridos de perros, ella acompañó mi tarde y la hizo infinitamente mas agradable de lo que habría esperado antes de encontrarla. Ya se aproximaba la noche cuando la dejé cerca al sitio donde tomaba su transporte y, junto con un amigo que me había encontrado poco antes (también me encontré poco antes con una amiga fonoaudióloga pero se fue pronto pues tenía clase), fumé el camino hacia mi ensayo de Teatro (cabe aclarar que él no fuma).
    Salí del ensayo hacia las 9 pm del cual no hay mucho mas que decir aparte de que reí muchísimo, y reviví mis recuerdos de ciclista amateur al montar en la bicicleta de un compañero mientras salíamos a usar el transporte masivo de Bogotá.

    Allí es donde entra el meollo del asunto: ¿Dónde cabe, luego de un día casi perfecto, que tuviera un momento de conmoción que me llevara a entristecerme a tal punto de humedecer de lagrimas los ojos?
Alguna vez le dije a una amiga que yo creía que todos los sentimientos merecían ser expresados mediante escritos, incluso la tristeza, y esto me llevo a digitar en mi computador este semejante resumen digno del diario de una adolescente; pero ahora no estoy tan seguro, si hay un sentimiento menos digno de tal acción ha de ser la tristeza pues no deja aclarar la mente mientras se escribe.
    Y es que al subirme al bus de regreso a casa conté con la fortuna de encontrar un asiento libre junto a un señor que cargaba un voluminoso equipaje que era lo bastante pequeño para poder prescindir de ruedas pero lo suficientemente grande para pensar en instalárselas. Me puse los audífonos, me senté y empecé a escuchar música al azar cuando de repente por el borde casi imperceptible de mi visión lateral creí ver un fugaz brillo plateado el cual desprecié para continuar en mi contemplación nocturna de la ciudad a través de las ventanas. De nuevo se repitió la efímera escena y esta vez si me sentí obligado a mirar. El señor que yo creía dormido por sus cabeceos y que resultó ser una persona a medio camino entre la adultez tardía y la vejez, dejaba discurrir por su flácida mejilla entrecana una lagrima serpenteante que dibujaba un frío y lluvioso camino entre sus ojos y su barbilla, los movimientos que creí cabeceos resultaron ser gimoteos y yo quedé allí, rígido, petrificado, con una alienación tal que no pude volver a tararear las canciones que venía tarareando, me olvidé de revisar a cuantas estaciones estaba de mi destino, olvide por un segundo donde estaba y solo me interné en cavilaciones del porqué alguien de esa edad puede llegar a entristecer a tal punto...
     Lo observé un poco, sus manos denotaban años de trabajo duro y sacrificado y el atuendo desgastado mas no raído no indicaba menos.  Vi que quedaba dormido abrazando su voluminosa maleta que, aunque me presionaba la pierna, no impedía que yo me quedara allí sentado como acompañandolo en no se que dolor; no me sentía capaz de dejarlo solo y sentarme mas cómodo en las otras sillas que iban quedando libres en el bus, solo pensé en seguir allí, mirando de reojo sin poder concentrarme en nada más.
Al llegar a la última parada todos salimos de bus y casi me odié por tener que sacarlo de aquel paraíso onírico que tal vez estaba viviendo en ese momento.

    No se que balbuceo de recién levantado profirió cuando le toqué insistentemente el hombro para que despertara, no se tampoco que sería de él luego de que dí media vuelta y seguí con mi camino, no se si notaría que por unos 20 minutos alguien compartió su tristeza y supongo también que jamás sabrá que me hizo sentar hasta las 2 am para rendirle un pequeño y silencioso homenaje, a él, a su desconocido pasado y a su tortuoso padecimiento... De nuevo mi escape es escribir y exorcizar así esa tristeza...





sábado

Prosa en Verso XI (Deseos de olvido)


Se que no lees lo que escribo
ni te afecta lo que siento,
no aceptaste mi cariño,
no te aflige mi lamento.

Nunca lees lo que escribo
por eso no te escribiré ya más,
dejaré de verte en sueños
no pensaré en ti al despertar.

Dejaré de ilusionarme
al creer en falsos tiempos,
de quererte amargamente
o tenerte en mis deseos

Desearía poder borrarme
de el alma tus recuerdos,
olvidarte y concentrarme
en mis otros muchos cuentos.

Por eso he decidido
escribirle a mis dilemas,
dejar de lado tu presencia,
sacarte de mis ideas.

Dejaré de pronunciarte,
escaparé de tu universo,
dejaré de extrañarte,
te borraré de mis versos.

Olvidaré como escribirte
pues yo ya no lo quiero,
inventaré como olvidarte
porque yo ya no te espero.

viernes

Prosa en Verso X (Palabras Líquidas)

Dejo que las palabras fluyan
de mi corazón a mis dedos
que me recorran por dentro
y barran mis miedos;
se mezclen con mis sueños,
se mojen con mis sentimientos,
se sequen con mis lamentos
y se perfumen con mis deseos.

Dejo que las  palabras naden
entre mis líquidos vitales
para que se empapen de mi,
para que se llenen de verdades,
que reflejen lo que en mi habita
que me muestren lo que siento,
que me expriman un poquito,
y reciban un impulso de vida.

Dejo que las palabras corran
entre mis rechonchos dedos
y que formen hileras
como hormigas en la tierra,
que dibujen mil paisajes
o que pinten mil estrellas,
y ronroneen como gatos
en tu tímidas orejas.

Dejo que las palabras salgan
como tengan que salir
sin ponerles restricciones
cuando quieren vivir.
Dejo que vuelen como abejas
buscando un cielo añil
y se colen en tus ojos
y te hagan sonreír.

Prosa en Verso IX (Sentimientos)

A veces uno quisiera
arrancarse los sentimientos
como si fueran maleza
que en el alma creciera;
para no sentir nada,
para no torturarse
y no hacerse daño,
no lastimarse.
Dejar todo atrás
dando a todo un merecido final.
Dejar el corazón en limpio,
que quedara como nuevo,
volver a empezar,
darse una oportunidad.
Volver a creer,
volver a vivir,
respirar hondo,
de nuevo soñar,
saborear lo dulce de la vida
y dejarse llevar.
Volver a volar,
de nuevo reír.
Mirarte en un espejo
ver tus ojos brillar
y ver tu yo mas feliz.
Correr en la calle
tu cabello ondulante,
saltar en los charcos,
sonreír a la gente
y contagiar alegría,
cambiar de energía.
A veces uno quisiera
arrancarse los sentimientos
pero sería una vida vacía,
sería una vida sin visos
seria una vida incompleta
sería una vida con el dolor
de un vacío allá adentro.

Prosa en Verso VIII (Perderte)

En ese cajón de madera
vieja, ajada y maltratada
en el que guardo mis recuerdos
pondré tus labios
que todavía imprimen tu presencia en los míos,
pondré tus besos suaves y cálidos,
delicados y ácidos
que siguen gastando a cuentagotas mi aliento,
pondré tus palabras con aroma a fresas
que continúan tiritando por dentro de mis huesos,
pondré tu piel
que persiste en erizarme al remembrarla,
pondré tu talle
que se empeña en dar forma a la palma de mis manos,
pondré tu tacto
que acaricia los rincones escondidos de mi alma.

Y ocultaré el cajón lo mas profundo que pueda,
e intentaré cubrirle de polvorosas mantas de ayeres,
e intentaré taparle con cortinas de mañanas,
y le camuflare entre escondrijos similares,
pero aún así
se que no lograré olvidarle,
se que no lograré perderle
y se que quizá querré recabarle,
y se que quizá querré encontrarle
y sacarte de nuevo
y reconstruirte,
y contemplarte,
y respirarte,
y sentirte.

Y tendré que aguantarme
e intentaré ser fuerte
y me comeré las ansias
y masticaré mis fiebres,
y me dolerán las ganas
pero amarraré mis dientes
para no gritar tu nombre,
para no invocarte,
para no buscarte,
para no encontrarte
y así no confundir mi norte
pues no quiero volver a perderte.